Testimonio de MJ

Hola me llamo MJ y soy paciente de Ana. En una de mis sesiones de terapia Ana me propone dar a conocer mi testimonio en  su web y me gustó bastante la idea. Pensé que con mi testimonio podría ayudar a personas que se sientan identificadas conmigo y estén perdidos en este camino. Pueden aprender con mi relato que no están solas, no está todo perdido y que la ansiedad se supera. Sí, lo he dicho bien, se supera. Es cuestión de esforzarse y de trabajar muchísimo.

A mediados de marzo, decido acudir a un psicólogo porque ya había llegado al límite. La situación que vivía era insoportable, y tenía que buscar rápidamente una solución. Me estaba dando cuenta que estaba perdiendo día tras día mi vida y estaba desaprovechando una vida hermosa con mi marido y mis dos hijos maravillosos. Todo empieza año y medio atrás. Tengo que añadir que siempre he sido una persona muy insegura, tímida, autoexigente y poco sociable. Un día tal y como hoy, sin más, y tras una visita a urgencias por unas molestias, a mi marido le detectan una enfermedad grave. A partir de ese día mi vida cambia. Empiezo a ver la vida de color gris, sólo veo lo negativo. Me quedé completamente ciega de las cosas bonitas que tenía a mi alrededor. Todas las mañanas me levantaba y acostaba con la misma pregunta: ¿ por qué a nosotros si somos una familia joven y sana con dos niños de 2 y 3 años? El mundo se me echa encima y empiezo a tener miedo a todo. Si a alguno de mis hijos le duele la barriga ya me pienso lo peor. Estoy todo el día en alerta, y es cuando empiezan mis problemas de ansiedad. No sabía que me estaba ocurriendo. Empecé con pequeños mareos que fueron cada vez a más. Me considero un poco maniática e hipocondríaca, y tras varias visitas a especialistas en las que me hicieron pruebas de todo tipo, llegan a la conclusión de que no tengo nada físico. Los síntomas iban avanzando cada día. A los mareos se le suman todo tipo de síntomas como taquicardias, hormigueos en la cara y extremidades, tensión muscular y náuseas. A partir de entonces mi vida gira alrededor de estos síntomas y cada vez eran más habituales. Ahí es cuando empiezo a evitar lugares y personas. Evitaba cualquier centro comercial porque la gente me molestaba. No soportaba hacer colas en los supermercados porque me daban unos mareos terribles que eran muy incómodos y desagradables hasta el punto que pensaba que me iba a desmayar e iba a montar el numerito en el supermercado. Dejé de llevar a mis hijos al parque porque pensaba que en cualquier momento me iba a marear y tenía muchísimo miedo de que mis hijos me vieran mareada. Dejé de quedar con mis amigos porque cuando salía a cenar a alguno de mis restaurantes favoritos estaba toda la cena mareada y nerviosa, cuando antes me encantaba. Solamente quería estar en casa. Era el único sitio en el que me sentía protegida, hasta que llega el punto en el que ni en casa me sentía bien. Sí, en casa también aparecían los mareos, hormigueos y taquicardias. Todos los días eran iguales. Con mareos y más mareos. Tenía una vida cero. No disfrutaba de nada de lo que hacía. Hasta que fui consciente de que estaba tirando los días a la basura y no era feliz pese a tener todos los ingredientes para serlo. Ahí es cuando decido ir al psicólogo. Era la única persona que podía ayudarme ya que además soy muy reacia a los antidepresivos y tranquilizantes.

Conocía a Ana a mediados de marzo y en la primera consulta me explicó en qué iba a consistir la terapia. Me quedé muy sorprendida cuando me dijo que me iba a mandar deberes y que tenía que trabajar muchísimo si quería volver a ser la misma persona que era antes de la ansiedad. En las siguientes sesiones iba entendiendo todo lo que me pasaba, empecé a entender mi problema. Uno era la ansiedad generalizada y otro era trastorno de pánico-agorafobia.  Este último trastorno ha sido para mí el más duro e incómodo, aunque ahora escribiendo mi testimonio me doy cuenta de que no era tan malo como yo pensaba. 

En las siguientes sesiones Ana me explicó en qué consistía el pánico y cómo funcionaba. Son unas sesiones en las que aprendí muchísimo y empecé a comprender cómo surgió y por qué se mantenía la ansiedad. Empiezo las técnicas para controlar mi pánico y es aquí cuando Ana me habla de la terapia cognitiva. Esta terapia consiste en cuestionarnos la validez de nuestros pensamientos automáticos. Tengo que añadir, que un pensamiento automático es aquel que aparece en nuestra mente de forma involuntaria sin que la persona lo desee, y en mi caso cuanto más deseaba que no apareciese el mareo más aparecía. Era mi pensamiento automático por excelencia y todos los días aparecía. Por fin llega el día en el que empezamos con el tratamiento y empiezo a poner en práctica todo lo que me ha enseñado Ana.  Trabajo todos los días la discusión de mis pensamientos negativos. Lo más importante en esta terapia es el trabajo diario, y discusión tras discusión me doy cuenta de que cada día tengo respuestas más racionales a mi ansiedad y que cada vez son menos los mareos y, que sí, cada día soy más feliz. Esta ansiedad no me impide hacer una vida normal y soy feliz aún teniendo ansiedad. Me doy cuenta de que estas sensaciones que me producen los mareos, no son insoportables como antes me decía. Pueden ser algo incómodos, pero nada más. 

Ahora me fijo en las cosas bonitas que tiene mi vida, pero es ahora cuando me doy cuenta de todo esto. En la vida pasamos por muchas circunstancias, tanto buenas como malas, pero siempre dependerán de nuestra interpretación. Y por último, la felicidad solamente dependerá de nosotros mismos. Todos podemos cambiar nuestra forma de pensar. Todos podemos aprender a ser felices. Yo he aprendido. He aprendido a ser feliz gracias a ti Ana. 

 

Testimonio de A

La verdad es que desde que era una adolescente prácticamente he sido una persona bastante insegura, que vivía en una especie de burbuja donde sólo tenía que estudiar, que era prácticamente lo único que tenía que hacer en mi vida, no potenciando otras actividades que me hiciesen ver que podía valerme por mí misma. 

 

Todo esto se agrava en la universidad ya que la carrera con la que había soñado toda la vida resulta que me decepciona. Ahí todos mis esquemas se rompieron ya que era el único plan que veía claro en mi vida. Tras esta decepción, decido entrar en otra carrera por inercia y ahí ya creo que es cuando empiezan de verdad mis problemas. 

 

La carrera que había elegido como segunda opción no acaba de gustarme, pero por no decepcionar a mis padres y a mí misma decido terminarla. Han sido años de sentirme una persona inútil, que sentía que estaba perdiendo años de mi vida, que hacía algo que detestaba, que pensaba que no valía para otra cosa que no fuese para estudiar y que sentía que no podía con la vida en general. 

 

El punto de inflexión para decidir acudir a terapia lo marca una ruptura amorosa la cual me hace ver que no puedo malgastar más tiempo de mi vida en este bucle y decido acudir a terapia psicológica. 

 

Mi vida se había convertido en una vida monótona donde casi no salía y las actividades que desarrollaba no tenían mucho que ver con salir de mi habitación. Se resumía en ver series, estar en mi habitación y acudir a la universidad cuando tenía que hacerlo, no más.

Esto, evidentemente, no me hacía sentir mejor, pero era mi zona de confort donde estaba a gusto y no tenía que enfrentarme a la vida real, por así decirlo.

 

Mi estado anímico estaba por los suelos. No era capaz de sentir que podía con las situaciones de la vida diaria, no me veía una persona válida, no tenía iniciativa, estaba amargada estudiando algo que no me gustaba y sin poder salir de ello porque me encontraba entre la espada y la pared. En definitiva, no me veía una persona capaz de disfrutar y ser feliz en la vida. 

Pensaba que nunca iba a volver a poder estar como antes de entrar en este bucle negativo, que iba a pasar por la vida sin pena ni gloria y que nunca iba a ser capaz de valerme por mí misma. 

 

Todo esto cambió cuando decidí ir a terapia. Ana me enseñó una nueva forma de pensar, me enseñó a valorarme, a saber cómo enfrentar los pensamientos negativos que tenía constantemente y a entender que los pensamientos negativos eran solo eso, pensamientos, que yo podía manejarlos y transformarlos en algo positivo que me permitiese creerme una persona válida ante la vida. 

 

Gracias a la terapia cognitivo-conductual entendí que el no salir de mi zona de confort no me iba a ayudar, que no valorarme no era una opción y que tenía que transformar mis pensamientos para que me ayudasen y no para que me bloqueasen.

 

Así mi estado de ánimo empezó a mejorar y al acabar la terapia era una persona prácticamente nueva, con nuevos pensamientos y nuevas actitudes ante la vida que había olvidado o que simplemente no tenía. Fue la mejor decisión que pude tomar y estoy muy agradecida.

Testimonio de C

ANSIEDAD

 

Tal vez mi historia os suene.

Todo empezó con una palpitación.

En mi casa

Con mis padres

Una tarde de verano

 

Había escuchado a gente a lo largo de mis 27 años hablar de ansiedad y depresión, concretamente a compañeros de trabajo, hablando de manera siempre en tonos muy poco merecedores. Yo no sabía lo que era hasta aquella tarde de verano. 

No lo esperaba

No sabía que podía venir sin avisar

De golpe

Sin que tú pudieras hacer nada para evitarla,...

...No sabía que aquello era ansiedad.

 

Quizás es eso lo que más me preocupaba, el no poder controlarla o evitarla y que cuanto más quería esas dos cosas, sin darme cuenta, más estaba dentro de mí.

 

Anteriormente, nunca había ido a consulta psicológica ya que mi vida la sentía muy plena. Plena de trabajo, de amigos, de familia, de pareja y de salud,... ''Mis quesitos del trivial estaban llenos''.

 

Cuando tomé la decisión de ir fue en octubre del 2016. Y la verdad, no tuve ningún reparo en decir que necesitaba ayuda psicológica. 

 

Fue entonces cuando conocí a Ana P. Desde un primer momento entendió lo que me pasaba y me tranquilizaba con sus explicaciones y con sus ejercicios, los cuales tenía que hacer y comentarlos con ella en las siguientes sesiones.

 

Para mí la terapia fue una ''guía'' en esos momentos que uno siente tanto y tan mal...Era muy duro levantarse y acostarse con ansiedad, teniendo a lo largo del día todos y absolutamente todos los síntomas de ésta. Y con un único deseo, volver a ser la misma de siempre. La chica que lo tenía todo bajo control y todas sus facetas cubiertas. 

 

Pero la vida nos enseña que no siempre es así. Tenemos que pasar por momentos duros, para así, volver a despegar con muchas más fuerzas, más alto, hasta el infinito.

 

Ya había pasado por momentos no del todo agradables en mi vida, de los cuales había ''salido'' victoriosa, pero nada más importante como la salud de uno mismo que en esos momentos la sentía truncada. 

Aprendí que era sólo ansiedad, y que literalmente ''no me iba a matar''.

El síntoma que peor llevé fueron las palpitaciones y la sensación de no ser yo misma, ni estar en el momento presente, que más tarde supe que recibía el nombre de despersonalización. Eran las peores sensaciones que jamás había sentido y que estuvieran pasándome a mí, era algo irreal y que no entendía.

 

Sé que tarde o temprano nos tenemos que ir de este mundo, pero la terapia me enseñó, sesión tras sesión, que la ansiedad no iba a hacer que yo desapareciera de él. Era mi única preocupación.

 

Tras bastante trabajo individual y numerosas sesiones puedo decir que prácticamente vuelvo a ser la chica de antes porque, para mí la ansiedad ha marcado un antes y un después en mi vida. Creo que, aún siendo una chica con gafas, me he hecho ponerme otras para ver las cosas de diferente manera. Y que no siempre la realidad de uno mismo es la correcta. 

Ansiedad que has sido la primera piedra en el camino...sólo puedo agradecerte lo que has creado en mí.

 

Una vez más he salido victoriosa de un comienzo que empezó una tarde de verano.

 

Gracias Ana P.  Por guiarme en este camino. Mi camino.

Testimonio de XY


Hola Ana, aquí estoy haciendo mis deberes, como me has enseñado. ¡A discutir las cosas! Me has hecho comprender mejor y verlas de otra manera, pues como ya llevo algunas semanas sin ir, quiero contarte todo lo que pasa por mi mente. La verdad que hoy por hoy me encuentro muy bien, bastante animada, hasta con alegría. ¡Jo, cuanto tiempo sin decir esto!

 

La verdad que me has hecho ver las cosas de otra manera, y aunque a veces me vienen a la mente lo malo y es inevitable que me entristezca un poco, es algo que siempre estará ahí. He sentido mucho dolor y tristeza con la gente que me falta, pero me has enseñado a hacer las cosas de otra manera y te lo agradezco.

Testimonio de L

Decidí empezar a hacer terapia cuando me vi incapaz de seguir con mi vida. No podía hacer planes, viajar o incluso salir a cenar con amigos. Estuve varios meses intentando analizar al detalle qué me ocurría, por qué y cuándo para poder encontrar una solución. Cuanto más me esforzaba, menos lo comprendía y eso me causaba más ansiedad aún. No era consciente de que tenía ansiedad y ataques de pánico (sí, ataques de pánico. Algo que me asustó al oír el término la primera vez, pero que hoy en día no me intimida). Sólo ocurría con eventos o días especiales para mí, así que lo atribuía a simples nervios. Pero poco a poco ocurría con más frecuencia y con más intensidad (taquicardias, nauseas, vómitos, mareos, desmayos, inseguridad, tristeza, etc). Empecé evitando pasar fines de semana fuera de casa, después, saliendo por las noches de fiesta, cenando con los amigos y así iba reduciendo mi calidad de vida para evitar el malestar. Por supuesto fingir todo eso cuando estaba con gente era lo que acentuó mi ansiedad por vergüenza a molestar a los demás hasta llegar al punto de avergonzarme a mí misma. 


Al final estos ataques ocurrían en mi propia casa: al despertarme, de repente, sin que ocurriera nada en especial...no entendía nada, lo cual me creaba más inseguridad y mi estado anímico era cada vez más débil. Apenas comía, adelgacé muchísimo y tuve que ir al médico para que me recetara pastillas para abrirme el apetito. Esa debilidad física afecta a la psicológica como todos sabemos. En resumen, había terminado mi carrera universitaria, tenía toda una vida por delante, sin graves problemas familiares y me sentía tremendamente triste y asustada. Algo que no entendía. Por eso sabía que yo sola no podía con eso y nunca me he arrepentido de hacer terapia, en mi caso, con la psicóloga Ana Paula Cerdán.


Es increíble el poder de la mente porque durante todo ese periodo y al principio de la terapia, uno no es objetivo y cree que es algo con lo que tendrá que vivir para siempre. Las primeras sesiones de terapia ayudan mucho porque comprendes los procesos biológicos que ocurren, que todo tiene un porqué y por lo tanto sí se puede trabajar en ello para cambiarlo. Al igual que antes no era así, que mi cerebro cambió, comprendí que también podía volver a cambiar. 


Ana Paula me ayudó desde el primer día a comprender qué me pasaba, cómo íbamos a trabajar y lo más importante, que hoy en día muchísima gente tiene ansiedad y la gran mayoría consigue superarla en apenas unos meses de trabajo. Algo que no creí al principio y que resultó ser totalmente cierto. Trabajando con sus pautas y con su apoyo, veía cómo mi estado anímico iba mejorando, cómo poco a poco mi mente iba cambiando y cómo se iba desbloqueando de aquel estado donde uno siente que no tiene las riendas de sus propios pensamientos negativos y automáticos. 


Todavía vivimos en una sociedad donde la figura del psicólogo está totalmente infravalorada. No entiendo por qué se tiene ese miedo, vergüenza y rechazo hacia la terapia cuyo resultado no es otro que la mejora de la calidad de vida. Por desgracia, hoy en día la vida es sinónimo de prisas, agobios, competencia, presiones sociales y todo ello nos puede afectar demasiado. Por eso no tiene nada de malo pedir ayuda a profesionales que tienen los conocimientos y las técnicas necesarias para ayudarnos a ''cambiar el chip'' y a comenzar a vivir la vida de otra manera.

Testimonio de X

Siempre he sido una persona algo insegura, aunque no desde el punto de vista de conseguir mis objetivos, ni a la hora de tomar decisiones, sino en el sentido de que  siempre he buscado alcanzar la perfección en todo aquello que hacía, por lo que si no lo conseguía me frustraba y tenía miedo, pensando en los errores cometidos. Eso me provocaba una situación de inseguridad constante en todo lo que hacía.

 

El problema se agudizó cuando en el área de trabajo, mis compañeros me consideraron como un rival por mis ganas de trabajar y de mejorar. De algún modo me convertí en una amenaza para ellos. A partir de ese momento, empecé a ser objeto de críticas, malas conductas en general, que hacían que cada día me sintiera más pequeña y más insegura. Por ese motivo, principalmente acudí a las sesiones de Ana.


Ella me ayudó a estudiar el problema desde su origen, a explicarme en qué consistía la fobia social, y cómo poder superarla. No puedo negar que a fecha de hoy, me siguen afectando los comentarios de ciertas personas, pero tengo muy claro mis objetivos personales y profesionales  y no los voy a cambiar por que otros consideren que puedo ser una amenaza, cuando en realidad no es así. Hay que aceptar que vivimos en una sociedad que es muy competitiva, y que tenemos que respetarnos tal y como somos, sin vulnerar los derechos de los demás. Hay que ser consciente que por mucho que nos esforcemos nunca vamos a gustar a todo el mundo, porque quien nos quiera, debe hacerlo por ser tal como somos, sin tener en cuenta nuestra posición económica, social o profesional. Y sobre todo que nunca tenemos que renunciar a nuestros sueños, siempre y cuando estos no nos hagan daño. Tenemos que aceptarnos y querernos tal y cómo somos, y ser capaces de valorar nuestras capacidades y ser conscientes de nuestras limitaciones. 

Testimonio de MA

Hola, mi nombre es MA y me gustaría que mi testimonio sirviera para animar a tod@s l@s que lo necesiten a pedir ayuda. No pasa nada, no estamos ni más ni menos cuerdos que otros. 

Yo he sido siempre una persona activa, tanto que con 49 años y tras 20 de trabajo, y con los hijos mayores, decidí hacer realidad algo que siempre quise hacer, ir a la Universidad. Me matriculé en Derecho y curse dos años con buen expediente, cosa que me sorprendió dado el tiempo que llevaba sin coger un libro. Era feliz. Nada hacía suponer el calvario que estaba por llegar. Sin venir a cuento, al menos aparentemente, empecé a sentirme enferma en clase, me mareaba. Luego en espacios abiertos, centros comerciales, incluso en la ducha. Me hice asidua a Urgencias. Me dolía el pecho, otras veces mareada con medio cuerpo dormido, taquicardias, en fin, mil síntomas que me estaban volviendo loca. Empecé a tomar miedo a ir a cualquier sitio donde me hubiera encontrado mal, incluso el conducir, hasta que un día saltaron las alarmas al darme cuenta de que llevaba una semana sin salir y que había abandonado cualquier actividad que supusiera salir de casa.Me veía incapaz.


En ese momento de mi vida encontré a Ana Paula, necesitaba ayuda y acudí a ella. Sólo tengo palabras de agradecimiento. Ella le puso nombre a lo que me pasaba AGORAFOBIA y me hizo ''desaprender'' las conductas que había adquirido.


Su terapia funcionó desde el primer día, eso sí, hay que trabajar. Empezamos con mucha información sobre cómo funcionaba el cerebro, reconocer los síntomas y por qué. Después de un tiempo trabajando con respuestas razonadas a las preguntas de lo que me asustaba, te das cuenta de que tus miedos no tienen fundamento pasando después a la fase de exposición  y yendo a sitios que evitabas y permaneciendo allí, porque el malestar pasa, y lo sabes, hasta que llega un día en que estas allí y te das cuenta de que ¡ estás bien! Ahora estoy genial, voy a todos los sitios, conduzco, vuelvo a relacionarme con la gente, ya no lloro por la impotencia de verme como estaba y no poder hacer nada por cambiarlo. Pero lo hice, pedí ayuda, hacedlo si OS hace falta. No lo dudéis. 

Testimonio de H

Padezco de una enfermedad neurodegenerativa cuyos síntomas se han ido agravando con el tiempo. He intentado ir adaptándome a los progresivos problemas de movilidad y pérdida de fuerza sintiendo a menudo ansiedad y depresión. 

 

Comencé la terapia en octubre de 2014, hace casi dos años y ahora me encuentro mejor y más serena. Gracias a Ana Paula que me ha enseñado el método de la terapia cognitiva he aprendido a controlar mejor las situaciones difíciles. 

 

Antes de la terapia era más las ocasiones en las que me dejaba dominar por sentimientos de rabia y frustración, dando vueltas en mi cabeza a la situación desagradable experimentada y a los pensamientos negativos que me generaba e incluso exagerando terriblemente el significado de esa situación. Me exigía más a mí misma y me valoraba menos. Reaccionaba con más violencia (gritando, malos gestos o tono de voz, haciendo ruido con los objetos que manejaba,...) y el cabreo me duraba más tiempo (a veces le daba vueltas al tema durante un día entero). Por ejemplo, cuando estaba con la familia de mi pareja y notaba que estaban demasiado pendientes de mi discapacidad y mis torpezas, pero no de lo que pudiera contar o sentir, pensaba que tenía poco valor, me invadía una desazón que me duraba bastante tiempo y provocaba que no pudiera disfrutar del resto del día irritándome por cualquier cosa. Ahora, aunque siguen sin gustarme algunos comportamientos, los entiendo mejor, no les doy tanta importancia, procuro centrarme en algo que me guste y después hacer alguna actividad agradable. 

 

Los cabreos causados por incidentes relativos a mi enfermedad (fatiga excesiva, problemas de movilidad, malestar muscular, incontinencia) son los que peor llevo aunque tengo que admitir que he mejorado, ya que estos incidentes han disminuido tanto en intensidad como en número. Problemas sigo teniendo ya que mi enfermedad es degenerativa, pero los controlo mejor y la mayoría de las veces no me causan un gran malestar emocional. 

 

Todavía tengo algún ataque que otro, pero no son muy intensos, o el momento más intenso dura poco, intento lo más rápidamente posible hacer algo que calme mi ansiedad como leer u oír música. Lo que mejor me sienta es hacer algo que me suponga movilidad y si es salir a la calle todavía mejor, procuro reponerme pronto para poder salir aunque sea a dar un breve paseo (por supuesto acompañada) y eso me hace sentir mucho mejor.

Al conseguir superar estos episodios desagradables me valoro más a mí misma porque consigo no sólo sentirme mejor sino que también se sientan mejor las personas que hay alrededor.

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